Caxigalines nella Reguera'l Campizu

24 ottobre 2011

QUEVEDO A BOTE PRONTO



Mándanme dun lugar da Mancha -do que si quero acordarme porque estiven alí e teño mellor memoria có tipo ese que disque escribe o Quixote-, chamado Torre de Juan Abad, que lles mande dez liñas sobre Quevedo. Eu, de natural preguiceiro, pido ao meu colega de cuarto que escriba algo no meu nome. E vai o tipo, nun plisplás, e escribe esto. Para min que o tiña pensado. Pero ao mellor non. Nunca se poderá saber.   

Quevedo sale de mañana a las calles de Nápoles. Prefiere acercarse a los escollos y ver el mar de cerca. Asistir a los movimientos de las embarcaciones en el puerto. Contemplar a lo lejos el Vesubio y las montañas alejadas de Sorrento, la isla de Capri y el brillo gris de la lámina del mar en pleno diciembre con el sol que se abre entre las nubes. Tendrá tiempo más tarde para volver a palacio. Ahora admira el golfo limpio, las estelas blancas de la espuma. Celebra el fresco del día y piensa en un hombre que ha de nacer más tarde y que va a sentir la misma luz de las ondas y el mismo profundo silencio del horizonte. Ignora que habrá de leer sus versos y recrear de nuevo víbora en rosicler, áspid en lirio.

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