Carolina escribe mentras mira pola fiestra cara o patio da escola.
"Y mirar por la ventana, sin abrirla, ya oír los gritos incansables de cada niño. Ver a los de párvulos correteando sin parar sin saber donde llegar, tal y como es su vida. Mirar de nuevo al ventana y decir tipicamente:- Mira los de sexto que flipados. Volverte a parar a pensar y decir, ostrás ¿y ese niño ya va en quinto? yo que pensaba que iba en primero...nuestros vecinos saludando a sus madres, cinco veces ver pasar a la misma persona abrazando gente y hablando, profesoras cotilleando, niños en la portería, Mario se mete con Martín, va en primero. Supongo que la gente que está ahi abajo lo unico que oirá será: ¿que tal de veranito?. Y así hasta finales de septiembre. Cuando toca el timbre de las 9 y ver cabecitas corriendo a los sitios, una vez sentados solo ves la de la profesora. Niños con meriendas al lado de una gaviota con cara de deseo a su bocadillo. Niños, tres mil niños jugando al fútbol en el campo...porque aun no hay turnos de a quien le toque y a quien no. Los de sexto asombrados por ser quienes son, los de primero asombrados por saber a donde llegaran a ser, los que estan por intermedio, deseando llegar a alguno de los dos. Las profesoras todas ansiosas por no saber donde empezar. Y otra vez ver la ventana cerrada, el disco de Amy Winehouse, rayada por la canción número 5, era buena pero nunca será mejor que una de Fran. Y después tu cabeza pensando en las vidas de cada uno que pasa por la papelera del campo, y de nuevo comiendote el coco pensando si alguien es de verdad el que piensas, averiguando que hacen y quienes son los de la clase en la que yo iba, en esa donde los gritos abundaban en gran cantidad, y otra vez mirar al ventana cerrada, pensando: Yo estuve ahí, entre ellos, entre todas y cada una de esas cabezas el año pasado. Y de nuevo recordar...ahora ya no..ahora ya no volveré.
Al día siguiente el sol no se veía pero la luz detrás del enorme edificio destacaba en toda la ciudad. Yo sin embargo tenía los ojos achinados, como de costumbre por las mañanas. La clase de música estaba iluminada, con sus panderetas colgadas como cuadros, al mismo tiempo en la clase de abajo relucía un esquelto amarillento y roto posaba al lado de uno bien hecho y nuevito, algo siempre oía yo de que esos esqueletos se llamaban Fermín. Las demás ventanas estaban completamente cerradas con las persianas bajadas. La noche anterior había visto mi antigüa clase con dibujos pegados en las ventanas, meses antes había uno mío en la tercera ventana. Aquella noche sólo se veían personitas con el pelo recogido, un traje verde y unos guantes rosas. El huerto estaba deshabitado. En el campo rojo se podían distinguir demasiados pensamientos y recuerdos que habían pasado por ahí a lo largo de la vida de aquel colegio, o quizás tambien recuerdos del último magosto. Las huellas de los dedos de los niños pequeños en la ventana ocupaban la mayoría de la zona más cerca al radiador pintado de blanco. Enseguida logro acordarme del día que el olor a pintura era el rey del pasillo. Sin duda ahora puedo ver los posters pegados, muy arriba donde cualquiera los puede ver, de la clase de Julia, esos que siempre nos ponía un ejemplo de un paisaje bonito. Desde aquí incluso de puede ver la pizarra ocupada de sus inteligentes palabras todas las pizarras están pintadas y la mayoría tiene un 3 de diciembre o un today is Wednesday bla bla bla. Me encantaba salir de clase un viernes y mirar las sillas bien colocadas ya listas para volver a ser calentadas el lunes. Mariposas y flores era lo que estaba pegado en las ventanas de parvulitos. Hay muchas sonrisas bonitas en este mundo pero nunca acabaré olvidando la de cada una de mis profesoras cuando después de unos cuantos años me saludaban con un “Hola Carola”. Me encantaba fingir una cara de “no fui yo” (cuando en realidad no había hecho nada) cuando Paz señalaba el techo roto sin ningún tipo de respuestas para todas las preguntas que tenía sobre su mente. Sigo manteniendo la promesa de Rosa, la profesora que siempre se paraba cuando la saludaba recordandome una y otra vez lo fea que era. Salíamos a cantar y a bailar bajo la lluvia que caía con fuerza en el campo grande mientras una profesora nos gritaba. Me encantaba, todas las mañanas ver como Paz en vaqueros de paraba detenidamente delante de unos niños que jugaban al fútbol. Es cierto que no siempre hay cosas buenas pero hoy sólo me dedicaré a ellas, sólo hoy. Normalmente nos quedabamos asomabrados con la cantidad de alumnos que pasaban a saludar a sus veteranos maestros en Navidad y en verano, solían ser caras conocidas, en las cuales, al verlas dabamos un brinco arrastrando la silla de manera que los de la clase de abajo se quedaran sordos. Nos limitabamos a sonreír y reírnos en todas las clases con una frase en mente “nunca se olvidará, pero siempre se echará de menos”. Nuestros días acabaron allí dentro, pero la sonrisa perdurará hasta el más lejano de los tiempos.
3 commenti:
de tal palo...
Unha crack, e por riba ghuapísima.
Todos hemos sentido alguna vez lo que Carolina nos cuenta, pero no lo diríamos ni la mitad de bien.
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