Caxigalines nella Reguera'l Campizu

6 ottobre 2010

NUNCA MENOS SOLO QUE CANDO SOLO


"Nunca menos solo que cuando solo". Neste aparente xogo de palabras agóchase o valor do libro. E nesta selección de frases, a paixón insólita, con artiluxios propiciatorios (o museo portátil), pola lectura. Escólloas dun libro de 1663 sobre un dos moradores máis célebres do parnaso. Os nomes de ambos quedan para estímulo das sospeitas.
Sazonaba su comida, de ordinario muy parca, con aplicación larga y costosa, para cuyo efecto tenía un estante con dos tornos, a modo de atril, y en cada uno cabían cuatro libros, que ponía abiertos, y sin más dificultad que menear el torno, se acercaba el libro que quería, alimentando a un tiempo el entendimiento y el cuerpo. (...) No diré las noches que arrobado en el deleite de las especulaciones y en la curiosidad de los libros, dejaba de cenar.
Me refirieron por cosa notable (...) que tenía una mesa larga que cogía el ancho de la cama, con cuatro ruedas en los pies para llegársela con facilidad, despertando la noche para estudiar, y en ella muchos libros prevenidos y pedernal y yesca para encender la luz, pues solía tan a deshora comenzar su tarea que, por no aventurar los ratos de la noche muy acomodados para el estudio, no aguardaba que un criado le trujese recado de estudiar.
Estaba siempre ocupado, ya estudiando, ya comunicando sus estudios con ostentación de la viveza y prontitud de su ingenio y nunca menos solo que cuando solo. Andando por las calles en su coche, acostumbraba llevar consigo papel y tinta para apuntar lo que podía ofrecerle su continuada aplicación que solía traerle en el interior tan elevado que, encontrando algún amigo, no reparaba a lo exterior de los cumplimiento y cortesías. (...) Sucedióle un día que, saliendo de una librería, se entró en su coche, mandando al cochero que andase sin decirle adónde y, preguntándoselo a pocos pasos, como iba divertido, le respondió: "Adonde quisieredes". El cochero, escarmentado de haberle muchas veces sucedido lo mismo, para advertir con donaire a su amo que no hiciera de las calles escuelas paripatéticas llevóle al lupanar que entonces había de mujeres públicas. Estando cerca, echólo de ver y, ásperamente reprendiéndole, le dijo que la resolución había sido como suya, pero que tuviese entendido que el coche de su ánimo y aplicación lo tiraban cisnes y no palomas.

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